Por la noche hay un sendero del río
Por la noche hay un sendero del río
que se entrega al tránsito silencioso de las nutrias.
El campanario tañe y así una y otra vez nos hechiza
con su vieja historia para darnos la seguridad de las piedras
y de los metales… de lo perenne.
El maderamen dormido o muerto
de los troncos caídos durante el día
viaja cautivo de su instinto y flota doucement ante nosotros
mientras el pequeño barco se mece varado lleno de risas
y de muchachos mágicos explorando
cada uno a su manera el sentido de la vida.
Entonces, cuando tú y yo nos amamos,
nuestros cuerpos se descomponen y adquieren un conocimiento
que no se puede condensar en palabras y mucho menos domesticar.
Es verdad lo que dicen, la felicidad es un suspiro
del que, aun a riesgo de perder la vida, no hay que derramar
una sola gota.
(del libro de poemas «Programa de mano«, David Pérez Pol)