Fue por larga vida nuestro más entrañable cine, contemplar aquella magnífica saeta titánica surcando ríos metálicos, transportando las ilusiones de tantos y trayéndonos hasta hoy al recuerdo permanente de nosotros.
Un batir de pájaros se desprendía, el cautivante ruido emergía anunciando la hora del encuentro con el mundo. El sol rasgaba pueriles espaldas mientras que las sombras de nuestras manos acompañaban la máquina.Trémulo momento ya nacía entre efímeras miradas y vagones con historia.
Intensos cuerpos estáticos en armonía conjugados a personas de corazones activos, a niños expectantes con rostros de vacío, a jóvenes bostezos en busca de futuros, a madres serenas con ojos de desafío, a antiguas voces de sabios arrugados, era la vida uniéndolo todo, fue el tren haciéndonos uno.
Sentir hoy su diáfano vibrar, como si tuviera un corazón a punto de parir, sentir a la naturaleza acogiendo la fuerza del ferrocarril, como si éste se encarnara en ella, en sus profundos matices, en sus tierras trabajadas, en la tierna mirada del cielo aceptando su andar a cada trecho.
Debo confesar que “siempre nos acercarás el infinito”, magnífica saeta titánica, aún perduras trazando el destino de mi esencia.
Para el mar que cierra
En la agua que siente
La música no es amplia
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