El mar y la tierra conviven sin fronteras,
ni principio ni final limitan su existencia,
ni siquiera las islas pueden declararse dueñas
de su pequeñez o su grandeza.
Isla o continente en nada se diferencian,
siempre el mar las domina,
limita su existencia.
La tierra, siempre firme.
El mar, siempre inquieto,
con sus olas la ataca; o la besa.
La tierra es la constancia ortodoxa.
El mar, la revolución de las mareas.
Siempre unidos pero jamás juntos,
giran con el mundo,
que gira con violencia,
pero el mar no se derrama,
porque la tierra no lo deja.
Unidos eternamente,
el mar y la tierra luchan por su espacio vital.
Mar y tierra batallan milímetro a milímetro,
siglo tras siglo,
y necesariamente es el mar quien siempre vence
a la indomable tierra,
porque el mar
en todas partes del mundo,
siempre llega,
dulcemente enamorado,
o cargado de violencia,
pero jamás retorna más allá de su naturales límites,
tiene alma de emigrante,
cuando llega, jamás regresa.
¿Y nosotros, amor, qué somos?
Tú eres como la tierra, que cubre todos los espacios
de mi mundo sin fronteras;
y yo, soy como el mar,
el infinito mar que siempre te busca,
que siempre te corteja.
Frank Calle (11/julio/2019)
La lluvia es invisible
Una sombra baja
Un nido es fugaz
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