Perdido estaba en mi ausencia,
solitario y nauseabundo,
nada podría evitarlo,
absorto estaba en mí mismo.
Mirando aquella mirada,
perdida en la oscuridad,
en lo profundo del sueño,
lo recóndito de mí.
Y de nuevo esa sonrisa,
esa cara angelical,
sin la que nuestras vidas,
un camino así serían,
un sendero en el que andar.
Pero a veces la tristeza
llega ya sin avisar,
tan sólo como un buen ángel,
o como un ángel fugaz,
que sólo gratos recuerdos
logran desvanecer,
que sólo gratos recuerdos
logran al fin borrar.
Así de corta es la vida
para todos los que amamos,
así de pronto acabamos,
como el recuerdo que fuimos,
éramos seres amados,
seres al fin y al cabo,
pertenecientes al mundo,
en el que ya no vivimos,
pues la vida en esta tierra
tiene los días contados.
Pero sólo en algún tiempo,
de nuestras propias cenizas,
renacerá un mundo nuevo,
tal vez sin guerra y ventura,
tal vez no sea tan violento.
Nuestra libertad y tregua
con sangre marcan la herencia,
de un caminar muy lejano
lleno de paz y esperanza,
tal vez de un cielo cercano,
más allá de las batallas.
Pues no hay batalla más cruenta,
que la vida sin razón,
en donde el hombre no mide,
ya su propio corazón,
en donde un ave despierta,
y otro tal vez ya muera,
pues al cesar la violencia,
se despertará el amor,
la pasión queda entreabierta,
sólo al corazón de Dios.
Un león negro
Una nube es triste
La tierra es tan luminosa
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