LOS TRAJES USADOS
Tranquilamente ahueco en mis manos
todos los ríos donde se reflejó mi amor
y en todos siento el tambor de los latidos
y esconderse el sol en el crepúsculo con sosiego
También reposan mis ojos, y los dejo ir al mar
ya me amigué con la vastedad azul y sepulté,
antes que amanezca todo mi rencor en la derrota.
Ahora camino despacio viviendo las vidas pequeñas
sintiendo las veredas, en el estío o en la escarcha
Y escucho solitario en los médanos de siempre
la canción de las ninfas de los naufragios
que cantan sentadas en los maderos donde se asieron
los hombres que arriesgaron y algunas madres del dolor
y la luna temporal y enorme parece un mármol virgen
que espera el cincel que le dé forma a lo vivido.
También me amigue con las distancias,
con los muelles y su musgoso destino de espera
y sus silencios que no están tan callados
a los trajes usados y a al camino tantas veces equivocado
a alguna amargura arraigada en las arrugas
por no retener el viento de algunos días
a las manos que no están pero que aún las siento,
y con lo sentido que riega la sequedad del recuerdo,
y a lo que resta, que no es tan poco, aunque parezca nada.
A la raíz del tronco que le da fortaleza en la tormenta
y a la fuerza de sus hojas que no entregan su sombra
y a los ayeres que se fueron un día sin despedirse.
Carlos Brid
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