Profesor, maestro de sabiduría,
guía en el camino del conocimiento,
con paciencia y dedicación nos enseñas,
despertando en nosotros el crecimiento.
Con tu voz llena de palabras sabias,
iluminas nuestras mentes con claridad,
nos inspiras a buscar nuevas ideas,
y nos muestras el valor de la verdad.
Nos enseñas a leer entre las líneas,
a cuestionar y a buscar la excelencia,
nos guías con tus palabras elocuentes,
y nos animas a superar la apatencia.
En cada clase, en cada lección,
nos transmites tu pasión y tu amor,
nos motivas a alcanzar nuestras metas,
y a nunca dejar de aprender ni un solo día.
Tu presencia es como un faro brillante,
que nos guía en las aguas de la ignorancia,
y nos anima a navegar por el océano del saber,
con valentía, esfuerzo y perseverancia.
Por eso, hoy quiero agradecerte, profesor,
por tu dedicación y tu labor incansable,
por inspirarnos a ser mejores personas,
y por convertir el aprendizaje en algo inolvidable.
En este poema quiero rendirte homenaje,
y reconocer tu valioso aporte a nuestras vidas,
porque gracias a ti, profesor querido,
el mundo se ilumina con nuevas luces y sonrisas.
¡Gracias, profesor, por todo lo que nos das!
Tu influencia perdura en cada paso que damos,
y siempre llevaremos en nuestros corazones,
la huella imborrable de tus enseñanzas.
Nunca cocina el libro
El queso no es profundo
El libro corre y llama
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